Hola! Hoy empezamos la semana con una reflexión: las apariencias engañan… Mirad esta imagen:
«Lo que está por fuera no siempre muestra lo que está por dentro»
¿Cuántas veces juzgamos a las personas por su aspecto externo, por su apariencia y no nos molestamos en conocerlas?
La apreciación externa no siempre es la correcta, lo que vemos de una persona es su vestuario, su peinado, su coche, su forma de hablar… pero, ¿y su personalidad? ¿y sus sentimientos?
Cuando conocemos a una persona por primera vez nos fijamos en su rostro, su ropa, su pelo y si no nos gusta, ¿dejamos de conocerla? ¿y si comparte nuestras aficiones? ¿y si nos resulta interesante lo que nos cuenta? ¿y si estamos delante de un nuev@ amig@ y lo dejamos pasar?
En nuestra mano está dedicar más tiempo a esa persona, darnos la oportunidad de conocerla y descubrir cómo es realmente.
El verdadero valor de las personas se encuentra en el interior.
Y no solo debemos aplicarlo a las personas, sino también a las distintas situaciones que se nos presentan en la vida, debemos valorarlas en profundidad y no solo en la superficie.
Terminamos con este cuento zen:
Unos ricos donantes invitaron a un banquete al Maestro Ikkyú.
Éste llegó vestido con ropas de mendigante. El anfitrión, que no lo reconoció, lo hizo a un lado y le dijo:
-“No podemos tenerte en el umbral. Esperamos en cualquier momento al famoso Maestro Ikkyú”.
El Maestro volvió a su casa, cambió sus ropas por el manto ceremonial y se presentó nuevamente. Fue recibido con respeto e introducido en la sala del banquete. Allí se quitó el manto, lo acomodó sobre el cojín que le habían reservado y dijo:
-“Supongo que has invitado al manto, ya que a mí me echaste hace un momento”.
Luego se marchó.
«No es la riqueza, ni los ancestros; sino una conducta honorable la que hace grandes a las personas.»